Vivimos inmersos en un mundo emocional, lleno de deseos y comportamientos que mueven y nos impulsan de un lado para otro.
Tener bajo dominio nuestros pensamientos, emociones y acciones es a veces un “trabajo de gimnasio” diario. Pero si nos dejamos arrastrar por unas y otras cosas, por nuestros propios impulsos internos y por las reacciones que desencadenan los acontecimientos, nos convertimos en un mero objeto a merced de un viento caprichoso y azotador. Por eso es mejor utilizar el autocontrol.
Controlar no quiere decir reprimir, puesto que es necesario expresar lo que uno piensa, siente o quiere hacer. Se trata de mantener nuestra capacidad de gestionar eficientemente nuestra voluntad interior y para ello contamos con estrategias a las que podemos echar mano para mantener el equilibrio.
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